En los hechos, las colinas cercanas a la desembocadura del Tíber habrían contado con diversas aldeas latinas desde bastante tiempo antes de la época en que la leyenda ubica la fundación de Roma; las cuales probablemente terminaron creciendo hasta integrarse en una única ciudad. Hacia el siglo VII a.C., la expansión etrusca en la zona del Lacio las colocó bajo una dominación no demasiado opresiva, lo cual queda de manifiesto por la presencia de los reges etruscos, pero que impulsó el predominio de las costumbres, la cultura y la economía de los etruscos.
A pesar de que conforme a la leyenda Roma habría sido fundada como una colonia de la latina Alba Longa, la originaria población latina fue integrada rapidamente con muchas personas de origen etrusco; lo que llevó a que rapidamente se haya convertido en una importante plaza industrial y comercial cuyo trazado, arquitectura, monumentos y otros elementos, tuvieran afinidad con la cultura etrusca.
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